viernes, 24 de enero de 2020

No frenar la nueva economía.


Un punto de la mayor importancia es no sobre regular la nueva economía que por definición es de bajos márgenes, afectando este proceso de adecuación del País a las nuevas realidades, lo que es esencial para reemplazar el empleo que se esta perdiendo en la economía tradicional, que expertos estiman que alcanzará al 50% del empleo total. Adicionalmente, el país perdería gravemente competitividad en el mundo global. En la actualidad un 37% de las empresas declara que está reduciendo empleos con mayor uso de tecnología, cifra muy sobre el promedio de APEC y sólo un 17% dice que la tecnología los lleva a crear más empleo, según estudio internacional de PWC de 2019.

Es comprensible el interés de obstruir este cambio por parte de las empresas tradicionales que se están viendo severamente afectadas, pero sería un gravísimo error permitirlo. Para ejemplificar se puede tomar el caso de Walmart que crea un centro comercial Omnicanal, cuyo canal digital compite con sus propios supermercados con una mayor variedad de productos y probablemente como ocurre con otros canales digitales con productos más baratos, algunos de los cuales se transforman en centros de venta ciegos y dejan de atender público. Es decir Walmart prefiere competir con sus propios puntos de venta a esperar que lo hagan otros. Uno de los escenarios probables es que disminuya sus ventas en canales físicos perdiendo rentabilidad, porque su rol en la nueva modalidad es menor, siendo posible que sea des intermediado por los proveedores usando el canal fulfillmet de Amazon y lleguen directamente a los clientes o incluso es posible que los productores instalen su propio canal digital y usen la última milla de CornerShop u otro, eliminando todo tipo de intermediarios. En este escenario, sin duda los márgenes serán mucho menores, pero si no lo hace, otros lo harán y arriesga a perder mucho más mercado.

Algo parecido tiene que hacer el Estado. Los nuevos modelos de negocio, al igual que no soportan los mismos márgenes para las empresas tampoco soportan los mismos impuestos.  Si el país quiere seguir liderando la modernización y ganar competitividad y atractividad a nivel global debe entender que este tipo de modelos de economía colaborativa no pueden pagar un 19% de impuesto porque en muchos casos no produce ese tipo de márgenes, por ejemplo, en el caso de arriendos de casas amobladas o piezas. No entender esto sólo producirá que no se generen puestos de trabajo para reemplazar los que se perderán con inteligencia artificial, robotización y otras transformaciones digitales o bien que las personas para subsistir entren a la economía informal sin pagar nada de impuestos.


Además una advertencia, estos modelos pueden migrar evitando las transacciones monetarias y el pago de impuestos, de hecho, ya existen soluciones de economía colaborativa de canje sin transacción monetaria (por ejemplo Helping People) que dan un puntaje cuando un participante da un producto o servicio y este puntaje se puede canjear por otros productos y servicios.





Teniendo estos factores en cuenta los gobiernos deben evitar ser capturados por los intereses empresariales y deben aplicar impuesto por ejemplo del 10%, como han propuesto profesionales que no fueron escuchados en la actualidad.

Este tipo de desarrollo, además del aporte de puestos de trabajo, de un sistema de trabajo apreciado por los que desean ser independientes, son tremendamente más competitivos en muchos rubros con respecto a la empresa tradicional y aportan una serie de beneficios como los siguientes:
·    El ahorro. La mayoría de productos o servicios que se ofrecen a través de este sistema tiene precios módicos o, incluso, simbólicos.
·  Desarrollo sostenible. La economía colaborativa estimula el segundo uso de los productos. Lo que alguien ya no necesita, puede tener un nuevo destinatario en alguna red de contactos. Se aboga por un consumo más moderado.
·    Gestión de recursos. Otro principio de la economía colaborativa es que si a algo sirve para una persona, lo más probable es que a otra persona también. ¿Por qué no compartirlo muchas veces aprovechando los tiempos o espacios ociosos de bienes existentes como los autos y las casas?
·    Mayor oferta. Los productos con un segundo uso y los servicios compartidos amplían la oferta de los mercados tradicionales. Sin la economía colaborativa, es posible que éstos nunca vieran la luz.
·  Beneficio medioambiental. La reutilización y los servicios compartidos son una buena manera de contribuir al cuidado y la sostenibilidad de los entornos.
·  Sustituir empleo tradicional. Algunos pensaron que los paradigmas del nuevo siglo serían más que costosos… que el empleo se esfumaría para siempre. Subestimaron la capacidad del hombre para edificar nuevas relaciones productivas. Los detractores siguen sin darse cuenta que el futuro del empleo, de hecho, ya está aquí. Se llama “economía colaborativa” (sharing economy en inglés). Pero lo más importante –y es aquí donde puede que finalmente se resuelva la escasez de empleo– es que uno podrá proveer bienes y servicios sin depender de un empleador. Por un lado, es la atomización de los monopolios y oligopolios; por otro, la diversificación de la ocupación humana.
· Desintermediación. Carlos Blanco, un conocido emprendedor español, cree que esta forma diferente de consumir es “una consecuencia de la digitalización, pero también una réplica frente a los abusos en los precios, el mal servicio y la pésima regulación”.
·  Mejora equidad y eficiencia. Para algunos, el consumo colaborativo es una respuesta a la inequidad y la ineficiencia del mundo. Lo cuentan los números.
· Vuelta a valores que permitieron el desarrollo de nuestra especie como colaboración y altruismo.  La economía de las comunidades basadas en la confianza entre las personas, colaboración y propiedad compartida.

El columnista del New York Times, Thomas Friedman, considera que la economía colaborativa «crea nuevas formas de emprender y también un nuevo concepto de la propiedad».

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