Poner especial énfasis en encontrar los mejores procesos para que estos
recursos no sean consumidos en la gestión de instituciones del Estado sino que
lleguen efectivamente a mejorar la calidad de los servicios a los ciudadanos,
alineando los recursos con las necesidades de las personas con equidad,
solidaridad y participación ciudadana. Para este efecto, resulta imprescindible
un cambio cultural de orientación a los usuarios para lo cual es imprescindible
que los funcionarios sean evaluados en base a la satisfacción de los usuarios,
debiendo instalarse este tipo de instrumentos en todos los servicios públicos.
La evaluación de satisfacción es la única herramienta para mejorar la calidad de los servicios importantes mal evaluados, con cambio cultural de orientación a los usuarios y mientras esto no ocurra no se producirán mejoras sólo aumentando los presupuestos, como existe amplia evidencia nacional de la últimas décadas, con sustanciales aumentos de presupuesto sin mejora de calidad. Esta es una especie de realismo mágico, en que se aumentan los recursos y la estructura los consume de tal manera que no mejora la calidad, que tiene que ver en gran parte con capturas de grupos de interés distintos a los usuarios que están mejor con más recursos, pero no están preocupados verdaderamente de la satisfacción de los usuarios porque no se considera en su evaluación y compensación.
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