De acuerdo a los antecedentes entregados, el rol futuro de los pueblos
originarios es esencial y deben ser valorizados para que su aporte de sabiduría
ilumine a los chilenos en esta difícil etapa futura, en que volver a las
culturas originarias nos permite ser sostenibles como recomiendan los
científicos, siendo necesario su aporte para salir de los valores y conductas
no sostenibles prevalecientes en el mundo.
En este contexto, ahora es necesario para nosotros lograr una relación
de mutuo beneficio con los pueblos originarios, pero debe quedar establecido
que este tipo de relación siempre debería haber sido nuestro objetivo y debemos
reconocer nuestro error histórico en los abusos cometidos.
El Papa Francisco en su visita a Chile, al hablar de convivencia
nacional nos dijo que “Hablar de desafíos es asumir que hay situaciones que han
llegado a un punto que exigen ser repensadas. Lo que hasta ayer podía ser un
factor de unidad y cohesión, hoy está reclamando nuevas respuestas. El ritmo
acelerado y la implantación casi vertiginosa de algunos procesos y cambios que
se imponen en nuestras sociedades nos invitan de manera serena, pero sin
demora, a una reflexión que no sea ingenua, utópica y menos aún voluntarista”.
En esta nueva etapa los valores y cultura que nos han permitido avanzar
hasta donde
estamos no son adecuados para seguir adelante. Esto más que un callejón
sin salida es una gran oportunidad de sublimar lo que somos para ser mejores.
Para esto hay que arrepentirse de nuestra vergüenzas y crímenes
incluyendo no cumplir nuestros acuerdos con los pueblos originarios y esperar
oportunísticamente su momento de debilidad para avasallarlos, ser avasalladores
entre nosotros mismos como ha ocurrido y sigue ocurriendo en la relación entre
Santiago y las Regiones y entre los gobiernos de Regiones y las ciudades y
comunidades, el funcionamiento de nuestro estado que no siempre ha sido justo
favoreciendo a los poderosos por sobre los débiles y necesitados y no
cumpliendo sus compromisos con nuestro propio pueblo como cuando se ofreció
perdonar delitos a cambio de combatir en la guerra del Pacifico y luego no se
cumplió y además no se pagó a los perjudicados sus sueldos de
soldado lo que los llevó a transformarse en forajidos, la forma en que
eliminamos pueblos con mucha sabiduría como los kaweskar que fueron
exterminados como animales, los crímenes y abusos contra el pueblo Rapanui,
Aymara y otros. Hoy vemos que esas prácticas nos han quitado diversidad y
potencialidad.
Algo de esta magnitud implica reestudiar y reescribir nuestra historia
pero tenemos mucho que ganar porque tenemos grandes tesoros que rescatar y
muchas vergüenzas que debemos reconocer para poder superarlas y no repetirlas.
Sin duda nuestra proyección futura dependerá principalmente de nuestro punto de
partida valórico. El tiempo y que los afectados muchos ya hayan desaparecido,
no es argumento para olvidar estas situaciones porque se debe sublimar nuestra
alma colectiva.
Esta catarsis histórica, reescribir nuestra historia, eliminar lo malo y
rescatar lo bueno es muy oportuna hoy día. Dejemos en el pasado lo que no nos
sirve a futuro y no llevemos en nuestra mochila esos pesos que nos impiden
avanzar, llevemos lo bueno, lo que nos ayuda a llegar más lejos en nuestro
camino.
Esto también incluye centrarnos en lo más relevante al estudiar nuestra
historia y mejorar sustancialmente como se enseña en nuestros colegios.
Para esto es necesario volver al origen como recomienda el Papa Francisco,
cuando dice ”La sabiduría de los pueblos originarios puede ser un gran aporte.
De ellos podemos aprender que no hay verdadero desarrollo en un pueblo que dé
la espalda a la tierra y a todo y a todos los que la rodean. Chile tiene en sus
raíces una sabiduría capaz de ayudar a trascender la concepción meramente
consumista de la existencia para adquirir una actitud sapiencial frente al
futuro”.
Debemos ser capaces de escuchar y no de imponer. Escuchando por ejemplo
las propuestas de Alfredo Seguel, Integrante de la agrupación Konapewman de
Temuco, pide lo siguiente:
· Reconocer la preexistencia de los
Pueblos originarios diferenciados a la formación del estado chileno, con sus
propias características sociales, culturales y políticas,
· Discutiendo el reconocer y garantizar
los Derechos Colectivos, Económicos, Sociales y Culturales de los Pueblos,
· Lograr que este reconocimiento sea el resultado de un proceso de diálogo
y entendimiento con organizaciones y comunidades representantes de los Pueblos
originarios,
· No bastaría sólo ratificar el convenio
de la OIT 169 o reconocer en una carta magna la preexistencia de los Pueblos
originarios diferenciados a la formación del estado chileno, con sus propias
características sociales, culturales y políticas, firmemente enraizadas en su
historia, junto con reconocer y garantizar sus Derechos Colectivos, Económicos,
Sociales y Culturales de los Pueblos Indígenas, como parte de un proceso de
diálogo y entendimiento con organizaciones y comunidades, sino que además, se
deben hacer las modificaciones legales necesarias para el efectivo cumplimiento
y aplicación de las convenciones y acuerdos internacionales relacionados con el
resguardo y protección de los pueblos originarios, sus culturas, tierras y
recursos.
· Del mismo modo, si de avanzar se trata, es fundamental crear mecanismos
de seguimiento y evaluación pública de los pactos y convenciones
internacionales que se refieren a derechos de los Pueblos Indígenas y qué a la
vez, dichos mecanismos consideren procesos de consulta y participación de las
organizaciones y/o comunidades de los Pueblos originarios en Chile.
Esto es de mutuo interés, porque este reconocimiento apunta a respetar y
reconocer los méritos y derechos, para poder incorporar la cultura y sabiduría
Mapuche o de otros pueblos originarios, como el elemento más diferenciador de
la identidad multicultural de Chile, como lo es en el caso de Nueva Zelanda la
identidad Maori.
Estas propuestas deberían ser factibles, sin perder la característica de
estado unitario, ya que, a pesar de ser un estado multicultural e incluso
plurinacional, necesitamos unir fuerzas para poder lograr un futuro de interés
común.
Gracias a la cultura Mapuche de reciprocidad, deberíamos lograr la paz
social, la colaboración en esfuerzos conjuntos y un gran aporte de valores y
conductas muy beneficiosos para esta nueva etapa.
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